Una ruta por 7 ciudades donde las mujeres cambiaron el mundo

Escrito por
Anita Isalska, autora de Lonely Planet

6 Marzo 2019
8 min de lectura
© sedaorun_Shutterstock
Frida Kahlo, México

Contemplar el mundo a través de los ojos de 7 excepcionales mujeres

Las grandes mujeres no siempre aparecen en los libros de historia. Por cada nombre de líder formidable, rebelde intelectual o artista, cuyo eco resuena a lo largo de las épocas, hay un sinfín de otros nombres que se olvidan o se borran. Pero en algunas ciudades, mujeres de renombre han dejado su inconfundible impronta. A continuación, un recorrido desde el Antiguo Egipto hasta la Francia del s. XX para contemplar el mundo a través de los ojos de 7 excepcionales mujeres.

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Egipto

 

1. Hatshepsut, faraona de largo reinado: Luxor, Egipto

Siglos antes de que Cleopatra comandara ejércitos y sedujera a los gobernantes del Imperio romano, subía al trono Hatshepsut (1508-1458 a.C. aprox.). Nombrada regente a la muerte de su marido, Tutmosis II, se convirtió en la primera mujer que recibía todo el poder que el título de faraón conllevaba. Durante los 20 años de su reinado mandó construir templos monumentales, algunos de los cuales todavía siguen en pie.

 

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El templo memorial de Hatshepsut en Luxor. Pocos telones de fondo son tan espectaculares como este, Egipto © Maxal Tamor / Shutterstock

El templo memorial de Hatshepsut en Luxor. Pocos telones de fondo son tan espectaculares como este, Egipto © Maxal Tamor / Shutterstock

 

La ruta empieza en el templo de Luxor, cuyas altísimas columnas y esfinges son la expansión (de Amenofis III) de un santuario más antiguo creado por Hatshepsut. Unos 7 km al noroeste, en la orilla oeste del Nilo, se alza el templo funerario de Hatshepsut. Esculpido en un anfiteatro de acantilados de 300 m de altura, este espectacular templo de varias plantas alberga santuarios a Anubis, dios de los muertos, y a la primigenia diosa con cabeza de vaca, Hathor; existe un relieve que muestra a Hatshepsut bebiendo de las ubres de esta diosa. Un poco más al noroeste se encuentra el valle de los Reyes, el cementerio real que alberga la sinuosa tumba que Hatshepsut comparte con su padre, Tutmosis I, a casi 100 m de profundidad.

Poco después de su muerte, el nombre de Hatshepsut fue borrado de sus templos, pero a pesar de los esfuerzos para convertir su recuerdo en polvo, los colosales monumentos con su nombre han resistido el paso de los siglos.


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Rusia

 

2. Catalina la Grande, la emperatriz que marcó una época: San Petersburgo, Rusia

San Petersburgo brilla con los palacios vinculados a la vida de Catalina II (1729-1796), emperatriz de Rusia. Su reinado está considerado una época dorada: Catalina utilizó los ideales de la Ilustración para introducir reformas sociales y el Imperio ruso creció en magnitud y tamaño (según algunas estimaciones, en más de 500 000 km2).

 

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El magnífico museo Hermitage de San Petersburgo, un conjunto de palacios construidos por orden de Catalina la Grande, Rusia © FOTOGRIN / Shutterstock

El magnífico museo Hermitage de San Petersburgo, un conjunto de palacios construidos por orden de Catalina la Grande, Rusia © FOTOGRIN / Shutterstock

 

El recinto hoy conocido como Hermitage está compuesto por palacios construidos por orden de Catalina. Sus museos albergan los tesoros artísticos más impresionantes de Rusia, una colección repartida en 360 salas e iniciada por la propia Catalina. Junto a los museos se halla el Palacio del Invierno, resplandeciente en tonos verdes, dorados y blancos, el lugar desde donde Catalina se dirigió a una multitud aullante y designó a su hijo gobernante de Rusia.

Para admirar otros edificios impulsados por Catalina hay que desplazarse 25 km al sur del centro de San Petersburgo, hasta la finca imperial de Tsárskoe Seló, la Villa de los Zares. El Palacio de Catalina sufrió graves desperfectos durante la II Guerra Mundial, pero su exterior de estuco y tonos dorados se ha restaurado recuperando su antiguo esplendor. Es buena idea explorar con una audioguía su Gran Salón, los enormes comedores y la Sala de los Retratos, que contiene un retrato de Catalina II en regia pose.


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China

 

3. Emperatriz Cixi, soberana y reformadora con voluntad de hierro: Beijing, China

Viajar a Beijing permite atisbar una parte del famoso reinado de la emperatriz viuda Cixi (1835-1908), una de las mujeres más poderosas de la larga historia de China. Cixi fue escalando rangos entre las concubinas del emperador Xianfeng y ayudó a orquestar un golpe de Estado tras la muerte de este. Fue una mujer temida y admirada, y manejó al gobierno como una gran titiritera hasta el fin de sus días.

 

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La Ciudad Prohibida, en Beijing, reino de la formidable emperatriz Cixi, China © Hung Chung Chih / Shutterstock

La Ciudad Prohibida, en Beijing, reino de la formidable emperatriz Cixi, China © Hung Chung Chih / Shutterstock

 

Es fácil pasarse horas entreteniéndose por los puentes y pabellones ornamentales del Palacio de Verano de Beijing. Destaca el barco de mármol (que hoy tiene partes de madera), que cuentan que Cixi ordenó restaurar en 1893; irónicamente, con dinero destinado a financiar la marina. Al otro lado del lago, el Templo del Rey Dragón es el lugar donde Cixi imploraba al dios del clima que llegaran las lluvias.

La emperatriz tenía la corte en la Ciudad Prohibida, 20 km al sureste. El Palacio de la Eterna Primavera y el Palacio de la Elegancia Acumulada fueron restaurados según sus instrucciones, alterando su diseño original; algo muy propio de una emperatriz tan amante de trastocar el orden establecido.

 

 

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Polonia

 

4. Marie Curie, Nobel de física y química: Varsovia, Polonia

La dos veces ganadora del Premio Nobel Marie Curie (1867-1934) se sentía inmensamente orgullosa de su nacionalidad polaca. Tanto es así que nombró uno de los elementos que descubrió, el polonio, en honor a su país. Aunque el mundo la recuerda por su apellido de casada, aquella científica multidisciplinar nunca abandonó su apellido polaco.

 

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Una escultura de la pionera científica Marie Sklodowska-Curie en Varsovia, Polonia © Ramunas Bruzas / Shutterstock

Una escultura de la pionera científica Marie Sklodowska-Curie en Varsovia, Polonia © Ramunas Bruzas / Shutterstock

 

Así, el Marie Skłodowska-Curie Museum rinde homenaje a su legado en su ciudad natal, Varsovia. Un recorrido por el interior de este edificio reconstruido del s. XVIII permite contemplar documentos originales y pertenencias de la gran científica. Curie hizo una enorme contribución al desarrollo de la teoría de la radioactividad, y fue pionera en el uso de los isótopos radioactivos para combatir el crecimiento de los tejidos, cimiento de muchos tratamientos modernos contra el cáncer. Trágicamente, el equipamiento científico expuesto en el museo terminó condenando a Curie, que murió por una enfermedad relacionada con la radiación.

Los bombardeos de 1939 y 1944 arrasaron Varsovia, pero el casco antiguo se reconstruyó minuciosamente reutilizando los mismos ladrillos de antaño. Un paseo por la vieja ciudad, catalogada por la Unesco, permite admirar las casas de los mercaderes del s. XIII y las fachadas de estilo renacentista tan ornamentadas como estuvieron durante la vida de Marie Curie.

 

 

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Países Bajos

 

5. Ana Frank, diarista de la II Guerra Mundial: Ámsterdam, Países Bajos

Ninguna otra voz ha captado la angustia de la II Guerra Mundial ni ha formulado un llamamiento más alto y claro por la paz del mundo como la de Ana Frank (1929-1945). Su diario, publicado por su padre después de que ella muriera en el campo de concentración de Bergen-Belsen, narra los dos años que la familia vivió escondida en Ámsterdam. Las observaciones vitales de Ana en el umbral entre la niñez y la adolescencia son de lo más agudas.

 

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Estatua de Ana Frank, cerca de La Casa de Ana Frank, en el casco antiguo de Ámsterdam, Países Bajos © Giannis Papanikos / Shutterstock

Estatua de Ana Frank, cerca de La Casa de Ana Frank, en el casco antiguo de Ámsterdam, Países Bajos © Giannis Papanikos / Shutterstock

 

La familia se ocultó en un espacio protegido por librerías en las instalaciones del negocio del padre de Ana, en el número 263 de Prinsengracht. El estrecho edificio de ladrillo, una típica casa de mercader del s. XVII, se ha conservado como museo. Su colección, de 15 000 objetos, es un conmovedor retrato de la vida oculta que llevó la familia e incluye el diario original de Ana. Cerca de allí, junto a la renacentista Westerkerk, una esbelta estatua de hierro fundido muestra a Ana Frank mirando hacia el cielo.

Es buena idea alquilar una bicicleta en alguno de los varios puestos de la zona y pedalear hasta Nieuwe Amstelstraat. Allí, el Museo de Historia Judía explica la historia de la comunidad judía de la ciudad antes de la guerra; y también es el punto de partida de los circuitos por el Barrio Judío. La historia a menudo es desoladora, pero el legado de Ana Frank dibuja un atisbo de esperanza.

 

 

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Francia

 

6. Simone de Beauvoir, escritora y filósofa: París, Francia

La escritora más célebre del París del s. XX destruyó la noción anticuada de la feminidad de un plumazo. En El segundo sexo, Simone de Beauvoir (1908-1986) acuñó aquella famosa afirmación de “No se nace mujer, se llega a serlo”. La idea de que el condicionamiento social moldea a las mujeres continúa resonando hoy en día.

 

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El café Les Deux Magots, uno de los refugios favoritos de Simone de Beauvoir, autora del influyente tratado feminista

El café Les Deux Magots, uno de los refugios favoritos de Simone de Beauvoir, autora del influyente tratado feminista "El segundo sexo", París, Francia © Petr Kovalenkov / Shutterstock

 

Aunque Beauvoir viajó mucho, los cafés de París son donde dio forma a sus ideas. Les Deux Magots, en Saint-Germain-des-Prés, tiene mesas y sillas de mimbre esparcidas por la acera, pero Beauvoir solía sentarse dentro, escribiendo afanosamente en una esquina. A tan solo unos pocos pasos de allí está el Café de Flore, cuyo interior, de estilo art déco, se conserva igual que cuando Beauvoir y su confidente y amante de toda la vida, el filósofo y dramaturgo Jean-Paul Sartre, discutían entre sus paredes.

La historia de Beauvoir termina a un breve trayecto en metro hasta el cementerio de Montparnasse, del s. XIX, donde comparte una sencilla tumba con su amado Sartre.

 

 

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México

 

7. Frida Kahlo, pintora que rompió géneros e icono feminista: Ciudad de México, México

Con su penetrante mirada y su desafiante entrecejo, los autorretratos de Frida Kahlo (1907-1954) son reconocibles al instante. La androginia de la artista más célebre de México –que cuidaba su vello facial y usaba tanto trajes masculinos como vestidos tradicionales– la convirtió en un icono de su propia época. En la actualidad, las pinturas contundentes de Kahlo, que retratan la agonía del desamor y el aborto, siguen cautivando al público.

 

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El espíritu colorista de Frida Kahlo se aprecia en la Casa Azul de Ciudad de México, México © altrendo travel / Getty Images

El espíritu colorista de Frida Kahlo se aprecia en la Casa Azul de Ciudad de México, México © altrendo travel / Getty Images

 

La artista pasó muchos años viviendo en la llamada Casa Azul, en Ciudad de México, hoy convertida en el Museo Frida Kahlo. El museo está lleno de objetos de la vida de la pintora: joyas, ropa, recuerdos y fotografías en las que aparecen ella y su marido, el muralista Diego Rivera. También se exponen las obras de arte que coleccionaba Kahlo, una enriquecedora perspectiva de lo que inspiraba a una de las mujeres más inspiradoras del mundo.

A un trayecto de media hora en taxi rumbo al sureste se hallan los canales de Xochimilco que Kahlo y Rivera tanto adoraban. El talante apasionado de Kahlo nunca flaqueó, a pesar de todas las tragedias que la artista soportó a lo largo de su vida. Es buena idea montar en un barco y surcar los canales escuchando cantar a las bandas de mariachis y tomando tequila. Un panorama así de colorido resume a la perfección la pasión vital de Frida Kahlo.

 

 

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