Recorrer el GR221 o la Ruta de piedra en seco de Mallorca a pie
Esta caminata por acantilados, pueblos de piedra color miel, calas aisladas y las agujas calizas de la sierra de Tramuntana muestra cómo era Mallorca antes del turismo y la gran belleza de su litoral y sus montañas.
La Ruta de pedra en sec (Ruta de piedra en seco o GR221) lleva a partes de Mallorca que otros viajeros rara vez ven. Dividida en ocho etapas y formada por antiguos caminos de mulas, la senda debe su nombre a los muros en seco que entrecruzan las alturas de la isla, cercan olivares verde-plateados, huertos de cítricos, viñedos en terrazas y pinares.
Contrastando con los complejos turísticos, la senda aún sin señalizar del todo lleva al profundo y poco explorado interior de la isla y a los accidentados montes y barrancos de la Serra de Tramuntana, espinazo de Mallorca. Este paisaje protegido por la Unesco, que traza una línea por el norte de la isla, está atrapado por picos calizos mellados por los elementos. Aquí, los pueblos de piedra ocre se aferran a las cimas, los acantilados caen abruptos hasta el profundo mar azul y el terreno asciende en terrazas desde la costa. El eco de las campanas de monasterio repica por valles remotos donde las ágiles cabras comparten la senda.
Port d'Andraitx © vulcano / Shutterstock
Comienzo la ruta uno de esos días despejados de primavera en los que uno se alegra de estar vivo. Al dejar atrás la población costera de Port d’Andratx, la senda me prepara poco a poco con una dura caminata de 4 h hasta Sa Trapa, que hace incursiones en pinares moteados de sol y matorral costero, impregnado del olor de las flores moradas del romero silvestre. En Sant Elm, la isla y reserva natural de Sa Dragonera parece un dragón recostado. Pero más subyugante es la magnífica vista del mar color zafiro desde Sa Trapa y su monasterio trapense en ruinas.
Los mojones de piedra y alguna que otra mancha de pintura guían el camino en el segundo tramo de excursión de Sa Trapa a Estellencs. A veces pierdo la senda rocosa pero pronto vuelvo a ella, siempre maravillada por los azules del horizonte y el mar. Sigo subiendo y llego a la protuberante cima de Moleta de s’Esclop (926 m), cuya vista de la Tramuntana es espectacular, con picos agrietados que se pierden en la distancia como olas en un rompiente. Una senda de grava baja a Estellencs, una tranquila aldea con edificios color miel repartidos por las colinas bajo Puig Galatzò (1025 m).
Torre des Verger © Video Media Studio Europe / Shutterstock
El tercer día es más espectacular, con una caminata de 6 h entre Estellencs y Banyalbufar. Mientras sigo sendas tranquilas que de vez en cuando dejan ver un brillo de mar, el único sonido es el del pie en la roca y algún burro lejano rebuznando. La Torre des Verger, un talayot o torre de vigía del s. XVI que parece fuera a caerse del acantilado al mínimo soplo de viento, es un magnífico lugar para pícnic antes de seguir caminando hasta Banyalbufar. Surcan el pueblo callejuelas repletas de macetas y terrazas de cultivo de piedra seca (ses marjades) que forman empinados peldaños que bajan al mar. Me gustaría quedarme más, pero quiero llegar a Esporles antes del anochecer.
Valldemossa © Veronika Galkina / Shutterstock
El sol matinal calienta las casas de piedra del pueblo de Esporles, apiñado al pie de la Tramuntana. Es el cuarto día y el camino me lleva a través de espesos maquis, huertos y sombreados olivares. Al coronar cimas y atravesar bosques casi tengo la senda para mí sola. No tanto en Valldemossa, donde la gente pasea por el monasterio cartujo donde vivieron en 1838 el compositor Frédéric Chopin y su amante, George Sand. Tras una dosis rápida de cultura vuelvo al rocoso Camí de s’Arxiduc, que serpentea por la costa hasta Deià. Colgado como un nido de águilas sobre el mar azul, Deià es sin duda uno de los pueblos de montaña más románticos de Mallorca, tanto que no pasó desapercibido para el poeta Robert Graves, que ahora yace bajo el ciprés del cementerio de la iglesia.
Sa Foradada © David Sandron / Shutterstock
Desde Deià la senda costera deja ver increíbles vistas del mar y formaciones rocosas como la agujereada, Sa Foradada, que parece un elefante desde lejos. El suave zumbido de las cigarras me dice que se acerca la noche en el Camí de Castelló de piedra seca, que serpentea entre pinares y olivares hasta el refugio de la Muleta, encima de Port de Sóller. Esa noche el cielo estrellado brilla más que nunca y los rayos de luna bailan en el mar.
El sexto día, bien descansada, me preparo para una caminata de 9 h hacia el refugio montañoso interior rural. Tras un café en la plaza de la encantadora localidad de montaña de Sóller, la senda atraviesa limonares y naranjales cargados de flores blancas, y sube de forma continuada hasta la encantadora aldea de Biniaraix, escondida entre jardines y los flancos de piedra gris de la Tramuntana. Un camino de piedra recorre el Barranc de Biniaraix y sube al Puig de l’Ofre (1093 m), cuyos arrugados picos gris pálido destacan contra el agua azul celeste del pantano de Cúber. Ha sido un largo día y mis piernas agradecen llegar por fin al remoto refugio de montaña de Tossals Verds.
Barranc de Biniaraix © Magdanatka / Shutterstock
Cuando la senda llega al este el séptimo día entra en un terreno alto y rocoso que requiere trepar hasta la cima en forma de fortaleza del Coll des Prat (838 m), desde donde se asciende al Puig de Massanella (1365 m), segundo pico más alto de Mallorca, con cautivadoras vistas. Peregrinos y excursionistas pasean por el Monestir de Lluc, donde paro a contemplar la basílica del Renacimiento tardío antes de acostarme en el Refugi Son Amer.
Las agujereadas alturas de la Tramuntana se intercalan con pinares en el tramo final del refugio a la población de montaña de Pollença. Llego a media tarde y las casas cerradas brillan como miel caliente. Sobre la localidad hay una capilla de peregrinación a la que llevan 365 escalones, el Calvari. Pero ese ascenso tendrá que esperar a mañana.
© Florian Schuetz / Shutterstock
Hoja de ruta
- Inicio Port d’Andratx
- Final Pollença
- Distancia 167 km
- Cómo llegar El inicio de la senda, Port d’Andratx, está a 30 min en automóvil del aeropuerto de Palma de Mallorca. El autobús 102 va regularmente del centro de Palma a Port d’Andratx; el viaje dura 1¼ h.
- Cuándo ir El bochornoso verano puede hacerla más ardua; conviene ir en primavera u otoño.
- Más información El Consell de Mallorca (www.conselldemallorca.net) tiene información detallada sobre la senda, consejos y un servicio de reservas de refugios.
- Qué llevar Las temperaturas suelen ser suaves; hay que llevar ropa ligera, botas resistentes, protector solar y repelente de insectos.
Más ideas para seguir descubriendo el mundo caminando:
Una ruta a pie por la Selva Negra atravesando paisajes encantados