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De los pueblos del interior de Mallorca, Pollença destaca sobre los demás. Sus dos santuarios y lugares de peregrinación en lo alto de las colinas dominan un paisaje con tejados medievales de piedra y terracota. Para unas vistas que levantan el ánimo, hay que subir los 365 escalones del Calvari o cruzar bosques de encinas y pinos hasta el Santuari de la Mare de Déu des Puig. También se puede recorrer la maraña de callejones del pueblo, pasear por su mercado dominical y ver pasar el mundo desde un café de la Plaça Major.