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No hay muchos lugares en Europa cuyas carreteras estén libres de tráfico y la pequeña Graciosa no tiene siquiera carreteras (al menos asfaltadas). Se puede hacer el movido pero breve viaje en ferri desde Lanzarote para pasar uno o dos días entregándose a placeres sencillos, como ir en bicicleta por caminos arenosos, broncearse en playas desiertas o disfrutar de una cerveza con los lugareños. Cuando haya zarpado el último ferri, el visitante se sentirá como un extra de un decorado del Lejano Oeste en las calles desiertas de Caleta de Sebo.