Cultura

Estilos de vida irlandeses

La reputación de los irlandeses de afables es bien merecida, pero no es más que una mínima parte de un carácter mucho más profundo, complejo y contradictorio de lo que podría sugerir esa típica imagen de parlanchines. Esta dicotomía se resume a la perfección en una cita que suele atribuirse al poeta William Butler Yeats: “Como irlandés, tenía un pertinaz sentido de la tragedia que lo mantenía a flote en los períodos transitorios de alegría”.

La sociedad irlandesa

Los irlandeses tienen fama de acogedores y afables, que es como decir que les encanta charlar, ya sea con amigos o con desconocidos. Pueden entretener con su humor, alarmar con su propensión a meterse en un buen debate y ser tajantes con su afiladísimo ingenio. También son maestros en la provocación, algo que en un principio podría parecer hiriente pero pronto se revela como un elemento intrínseco de la forma en que se relacionan entre sí. La solidez de una amistad se mide más por la capacidad de encajar una broma que por la cantidad de cumplidos que se hacen.

Sin embargo, detrás de toda esa sociabilidad dicharachera y de la capacidad para reírse de sí mismos se esconde un oscuro secreto: en el fondo, los irlandeses han tenido tradicionalmente poca autoestima. Eso explica en parte por qué sospechan tanto de los cumplidos fáciles, aunque en las últimas tres décadas se ha vivido un cambio paradigmático.

La prosperidad y el aumento de las expectativas están contribuyendo a transformar a los irlandeses: ya no son un pueblo que se regodea en la falsa modestia, sino una nación dispuesta a celebrar sus éxitos y logros. Inevitablemente, este cambio de personalidad ha estado impulsado en gran medida por los deseos y exigencias de la generación Y, pero no cabe duda de que muchos irlandeses mayores, silenciados durante largo tiempo por miedo a parecer indecorosos o arrogantes, se han apuntado al cambio de buena gana.

Este cambio cultural sobrevivió al trauma de la crisis y la consiguiente austeridad, aunque muchos opinaron que los males de Irlanda eran culpa de la cultura de la ostentación, el materialismo y los excesos, actitud que resumió un ministro al declarar avergonzado en televisión: “We all partied!” (“todos estábamos de fiesta”). Pero ahora, con la economía bastante recuperada, Irlanda vuelve a pisar el acelerador rumbo a cumplir sus ambiciones, mientras ve cómo la austeridad va quedando atrás.

La maldición del alcohol

Pese a que su consumo ha caído un 25% durante la última década (según un informe de la Organización Mundial de la Salud del 2017), Irlanda tiene una relación complicada con el alcohol. El país suele encabezar la lista de bebedores y, aunque cada vez hay una mayor concienciación de los estragos que el alcohol provoca (sobre todo entre los jóvenes), beber aún es el pasatiempo social más popular, y no parece que esto vaya a cambiar pronto. Basta pasear una noche de fin de semana por cualquier ciudad del país para verlo.

Algunos expertos atribuyen el gusto por empinar el codo al increíble auge de la economía, pero las estadísticas revelan que en Irlanda hace mucho tiempo que se siente ese poco saludable orgullo, si bien es cierto que la aceptación de la embriaguez en público es un fenómeno mucho más reciente: las generaciones de más edad insisten en recordar a los jóvenes que a ellos nunca los vieron tambalearse en público.

Estilo de vida

Puede que a los irlandeses les guste quejarse (del trabajo, del tiempo, del gobierno y de esos personajes que aparecen en los reality shows), pero al final no pueden evitar decir que viven en el mejor país del mundo. Muchas cosas no funcionan, pero ¿acaso no pasa lo mismo en cualquier parte?

La Irlanda tradicional –familias numerosas, relación estrecha con la Iglesia y con la comunidad– ha desaparecido en gran medida: la creciente urbanización del campo va rompiendo el tejido social de la interdependencia vecinal, que era un elemento necesario de la pobreza relativa. Así las cosas, la Irlanda contemporánea no se diferencia demasiado de la de cualquier otro país europeo, y hay que viajar a los márgenes del país, a las islas y las comunidades rurales aisladas, para encontrar la versión antigua de su sociedad.

En el norte, las preocupaciones cotidianas son prácticamente las mismas que en el sur y el Reino Unido, pero la historia de la provincia ha afectado inevitablemente a la sociedad en general. Pese a los esfuerzos de las generaciones jóvenes por tender un puente entre religiones, las comunidades protestantes y católicas siguen muy segregadas: las banderas tricolores y las del Reino Unido son un signo evidente de partidismo en algunos barrios, pero en muchos otros la división es invisible excepto a ojos de los propios vecinos. La mayoría de los norirlandeses son plenamente conscientes de la división de prácticamente todos los pueblos de la provincia, y adaptan su vida en consecuencia.

Aceptación de la homosexualidad

El actual taoiseach (primer ministro de la República de Irlanda) es gay, y el país ha sido el primero del mundo en aprobar por referéndum la igualdad matrimonial para las parejas del mismo sexo. Se trata de un progreso extraordinario para un país que no despenalizó las conductas homosexuales hasta 1993, y solo después de una larga y solitaria campaña por parte de David Norris, especialista en Joyce y activista por los derechos de los homosexuales.

El ascenso al cargo de taoiseach de Leo Varadkar, que salió del armario cinco meses antes de la aprobación del matrimonio igualitario en mayo del 2015, ejemplifica el cambio de paradigma en las actitudes hacia el colectivo LGBT. El voto favorable al matrimonio gay fue del 62,4% y el sí ganó en todas las circunscripciones menos una.

Varadkar es producto de una nueva Irlanda en la que la orientación sexual se percibe como algo irrelevante, y no como motivo de discriminación. En esta nueva Irlanda, las celebraciones del Orgullo –en Dublín, Cork, Galway y otros lugares– están firmemente establecidas en el calendario festivo.

Aunque el cambio de actitud es más pronunciado en la Irlanda urbana, las zonas rurales no van muy a la zaga. Eso no necesariamente implica que los habitantes de las comunidades rurales se sientan cómodos con un desfile del orgullo en su pueblo o la apertura de un bar gay en la calle mayor: para muchos, la nueva postura es una mera evolución del antiguo concepto de que la gente tiene derecho a hacer lo que quiera siempre y cuando lo mantenga en privado, matrimonio homosexual incluido.

La vieja imagen de los jóvenes homosexuales que se ven obligados a mudarse a la gran ciudad para encontrar aceptación continúa siendo cierta, aunque podría decirse lo mismo de cualquier joven que desee expresarse más allá de los estrechos confines de una población pequeña.

Multiculturalismo

Desde hace mucho Irlanda es un país bastante homogéneo, pero la llegada de miles de inmigrantes de todo el mundo (el 17% de la población es extranjera) ha supuesto un desafío a la tolerancia racial y la integración: aunque ha sido un éxito en gran medida, si se escarba un poco, aparecen tensiones raciales.

La crisis económica agravó estas tensiones, y la opinión “los empleos de Irlanda para los irlandeses” se ha expresado con mayor vehemencia y autoridad. El auge de los movimientos de derechas en Europa y EE UU ha animado a los ultranacionalistas irlandeses a adoptar una actitud más visible y ruidosa, aunque por ahora son una minoría relativamente insignificante.

Los grupos antirracismo informan de un aumento en los incidentes racistas, especialmente de índole islamófoba, pero la mayor parte son verbales y no físicos, lo que quizá explique por qué el 75% no llegan a denunciarse. La mayoría de los musulmanes y personas de color que viven en Irlanda sienten que el país es seguro y acogedor y que el racismo no es la norma entre la inmensa mayoría de los irlandeses blancos.

Religión

Según el censo del 2016, unos 3,7 millones de residentes de la República (el 78%) se definen como católicos, el 2,6% como protestantes (de la Iglesia de Irlanda), 1,3% musulmanes, 1,3% ortodoxos y 3,9% de otras religiones; el 9,8% declararon no tener ninguna religión, un aumento del 74% respecto al 2011.

En el norte, la proporción es de 48% protestantes, 45% católicos y 7% otra religión o ninguna. La mayoría de los protestantes irlandeses son miembros de la Iglesia de Irlanda o anglicana, y de las iglesias presbiteriana y metodista.

El catolicismo sigue siendo un poderoso identificador cultural, pero en un sentido más laico que religioso, pues muchos irlandeses rechazan hoy la postura de la Iglesia en cuestiones como los anticonceptivos, el divorcio y la homosexualidad. En parte, se trata de una reacción natural en un país cada vez más cosmopolita. Además, la incapacidad de la Iglesia para responsabilizarse y reparar su papel en los escándalos de abusos de las últimas décadas ha destruido la confianza entre muchos fieles.

Televisión y radio

De los cuatros canales de televisión terrestre, tres están operados por la cadena nacional, Raidió Teilifís Éireann (RTE), y el otro es un canal comercial privado. La emisora en gaélico TG4 ofrece películas, la mayoría en gaeilge (gaélico con subtítulos en inglés). Las principales cadenas británicas (BBC, ITV y Canal 4) también se pueden ver por cable o satélite y en Irlanda del Norte son los canales principales.

A los irlandeses les encanta la radio. Más del 85% de la población la escucha a diario. La emisora principal es RTE Radio 1 (88.2-90 FM; noticias y debates), seguida de dos nacionales privadas (Newstalk, 106-108 FM, y Today FM, 100-102 FM).

Existen además unas 25 emisoras locales, que representan gustos y temas regionales y suelen ser ideales para conocer la mentalidad del lugar: Highland Radio, que se oye en el noroeste –Donegal, Sligo, Tyrone y Fermanagh–, es la emisora local de más éxito de Europa, con una cuota del 84%. En Irlanda del Norte, manda la BBC y la BBC Radio Ulster enarbola la bandera local.

 

Tienda

Un recorrido por más de 200 libros de viaje para descubrir todos los países del mundo.

Irlanda 6

32.90€

Explora Irlanda

Desde 12.99€