A Islandia no le preocupan las interminables noches de invierno, el aislamiento ni contar con una pequeña población apasionada por la cultura. El patrimonio literario de Islandia empieza con sus sagas medievales y se extiende hasta sus actuales superventas de novela negra nórdica. Todos los islandeses parece que tocan en algún grupo y el país produce un número desproporcionado de músicos de talla internacional. El estilo de vida y los paisajes inspiran a los artistas del cine, el arte y el diseño.
Sangrientas y místicas, las sagas de entre finales del s. XII y el s. XIII son uno de los mayores logros culturales de Islandia. Los Passíusálmar (Salmos de la Pasión) del reverendo Hallgrímur Pétursson, de 1659, cantados o leídos en Cuaresma, se convirtieron en todo un éxito. El ganador del Premio Nobel Halldór Laxness puso a Islandia en el mapa literario del s. XX. Pero el país no se ha conformado con su patrimonio antiguo; hoy produce el mayor número de escritores y traducciones literarias per cápita del mundo.
Las sagas medievales islandesas en prosa son unas de las obras más imaginativas y duraderas de la literatura temprana. Se trata de épicas e historias repletas de sabiduría, magia, poesía y amor.
Escritas entre el s. XII y principios del s. XIV, rememoran las disputas, familias, romances y personajes (desde guerreros y poetas hasta forajidos) de la Época de la Colonización. Casi todas son anónimas, aunque la Saga de Egil ha sido atribuida a Snorri Sturluson. Algunas son una fuente para la comprensión histórica, como la Saga de los groenlandeses y la Saga de Erik el Rojo, que describen los viajes de Erik y su familia, incluido su hijo Leif (un colonizador de América del Norte).
Redactadas durante los largos siglos de opresión noruega y danesa, proporcionaron un hondo sentimiento de patrimonio cultural en una época en la que los islandeses no tenían nada más. En las noches de invierno, amigos y familiares se reunían para disfrutar de las kvöldvaka (noches de vigilia). Mientras los hombres realizaban tareas como enrollar cuerdas elaboradas con cola de caballo y las mujeres hilaban o tejían la lana, un miembro de la familia leía las sagas y recitaba los rímur (versos en rima de las sagas).
Hoy permanecen tan vivas como antaño. Los islandeses leen las sagas en nórdico antiguo, la lengua en que fueron escritas hace más de 800 años. Muchos recuerdan fragmentos completos, conocen las granjas en las que vivieron y murieron sus personajes y acuden al cine cada vez que se proyecta una nueva versión de estas historias. Para más información, véase www.sagadb.org.
Los primeros colonos llevaron consigo su tradición poética oral desde otras partes de Escandinavia y esos poemas fueron puestos por escrito en el s. XII.
La retórica de la poesía édica es muy similar a la de los primeros poetas germanos. Posiblemente la más conocida es la gnómica Hávamál, que ensalza las virtudes de la vida diaria. Sus proverbios sobre cómo ser un buen huésped aún se citan hoy en día.
La poesía escáldica era la compuesta por los skalds (escaldos, poetas de la corte noruega) y solían ser odas a los reyes escandinavos, con muchas descripciones condensadas en versos muy estructurados. La poesía escáldica rebosa de aliteraciones, rimas internas y acentuaciones. El uso de metáforas complejas o kennings oscurece su comprensión. Por ejemplo, para referirse a la sangre se utiliza “rocío herido”, y para un arma, “percha de halcón”.
El escaldo más famoso fue el antihéroe de una saga, Egil Skallagrímsson. En el 948, tras ser capturado y sentenciado a muerte, Egil compuso la oda Höfuðlausn (El rescate de la cabeza) para su captor Eirík Hacha Sangrienta. Halagado, el monarca liberó a Egil sin hacerle daño.
El ganador del Premio Nobel Halldór Laxness es el gran genio de la literatura moderna islandesa. También es conocido el reverendo Jón Sveinsson, Nonni, escritor infantil de principios del s. XX cuyos relatos de aventuras rezuman un gran sabor islandés y se tradujeron a 40 idiomas; varios fueron publicados en español en la década de 1950. La casa de Sveinsson en Akureyri alberga ahora un museo. Otros dos maestros de la literatura islandesa son Gunnar Gunnarsson (1889-1975; Adviento en la montaña, 2015) y Þórbergur Þórðarson (1888-1974).
En cuanto a literatura contemporánea, se recomienda la notable Devil’s Island de Einar Kárason, la primera parte de una trilogía sobre Reikiavik en los años cincuenta. En la obra 101 Réikiavik de Hallgrímur Helgason se basó la película de culto del mismo título. Se trata de una cinta de humor negro que sigue la aletargada vida y la fértil imaginación del desocupado Hlynur, que vive en el centro de Reikiavik con su madre. Aún más oscura es Ángeles del universo, de Einar Már Gudmundsson, que trata de las experiencias de un esquizofrénico en un hospital psiquiátrico. Gunnlöth’s Tale, de Svava Jakobsdóttir, mezcla la vida contemporánea con la mitología escandinava.
Uno de los grandes escritores de novela negra nórdica es Arnaldur Indriðason, cuyas historias de detectives ambientadas en Reikiavik copan las listas de superventas. Muchas de sus novelas están disponibles en español, como La voz, la premiada La mujer de verde, El hombre del lago y, quizás la mejor, Las marismas (adaptada al cine con el mismo nombre). Los thrillers de Yrsa Sigurðardóttir también han sido traducidos a muchos idiomas; la última es Mentiras. Sumérjase en la serie “Dark Iceland” de Ragnar Jónasson con su primera novela, Snowblind, ambientada en el remoto Siglufjörður. El enigma Flatey de Viktor Arnar Ingólfsson se ha adaptado a serie televisiva.
También valen la pena The Creator, de Guðrún Eva Mínervudóttir, una novela negra psicológica. El zorro ártico de Sjón es un relato de aventuras y fantasía ambientado en el s. XIX; también se recomienda su último libro, El chico que nunca existió.
En el mundo del pop y del rock, Islandia tiene tamaño de peso pluma, pero pega como un peso wélter. Entre los músicos islandeses más internacionales se cuentan Björk y su antiguo grupo, los Sugarcubes. Desde su álbum de platino Debut (1993) hasta el último, Utopia (2017), Björk no ha perdido intensidad.
Sigur Rós, estrellas internacionales, cosecharon fantásticas críticas con álbumes como Ágætis Byrjun (1999) y Takk (2005). Su último trabajo, Route One (2017), nació de la música creada durante su viaje por toda la carretera de circunvalación el día más largo del verano del 2016. La película de sus conciertos, Heima (2007), es imprescindible. El cantante Jónsi también triunfó con su alegre álbum en solitario Go (2010).
La banda indie-folk Of Monsters and Men asaltaron las listas de EE UU en el 2011 con su primer álbum, My Head is an Animal. La canción “Little Talks” alcanzó el número uno en la lista Billboard de canciones alternativas de EE UU en el 2012. Su último álbum, Beneath the Skin (2015), llegó al número tres de la lista Billboard 200.
Ásgeir Trausti, que graba como Ásgeir, cosechó un gran éxito con su álbum In the Silence (2014), y sus conciertos cuelgan el cartel de “entradas agotadas” en todo el mundo. Su último trabajo es Afterglow (2017).
Reikiavik posee una floreciente industria musical, con un panorama de grupos y sonidos cambiante (véase www.icelandmusic.is para conocer la variedad).
Seabear, un grupo indie-folk, ha engendrado varios músicos excelentes como Sin Fang (escúchese Flowers del 2013 o Spaceland del 2016) y Sóley (We Sink del 2012, Ask the Deep del 2015 y Endless Summer del 2017). El grupo Árstíðir graba música indie-folk minimalista y tuvo un éxito viral en YouTube en el 2013 al cantar un himno islandés del s. xiii a capela en una estación de trenes de Alemania. En el 2018 lanzaron el álbum Nivalis. Kiasmos es un dúo que mezcla música electrónica minimalista; se puede escuchar su álbum Kiasmos (2014) o los varios minicedés editados desde entonces.
GusGus, un grupo de pop y música electrónica, cuenta con diez álbumes de estudio y actuó de telonero en el concierto de Justin Timberlake en Reikiavik en el 2014. En septiembre del 2016, Sturla Atlas, el fenómeno islandés del hip-hop/R&B, hizo de telonero al otro Justin (Bieber), que grabó su videoclip “I’ll Show You” en Islandia. Otro famoso rapero islandés es Gisli Pálmi.
Kaleo, una popular banda de blues-folk-rock de Mosfellsbær, ha causado sensación en el panorama internacional; la canción “No Good” de su primer álbum de estudio A/B del 2016 obtuvo una nominación a los Grammy.
Floating Harmonies (2016), primer disco del cantante de las islas Vestman Júníus Meyvant, es una mezcla creativa de música tradicional, funk y soul orquestada de maravilla.
M Belfast, un grupo de música electrónica, creó su discográfica para lanzar su primer álbum, How to Make Friends (2008); su último trabajo es Island Broadcast (2017). Múm hace música electrónica experimental mezclada con instrumentos tradicionales; su último álbum es Smilewound (2013).
Prins Póló, que toma su nombre de un dulce, graba música dance-pop lírica con un toque heavy. Escúchese también Hafdís Huld, cuyo último álbum pop se titula Dare to Dream Small, y el exuberante grupo de rock alternativo Benny Crespo’s Gang. Just Another Snake Cult se acerca a lo psicodélico con Cupid Makes a Fool of Me (2013). Singapore Sling ofrece rock&roll puro y duro. La lista sigue. Y sigue.
Los locales de música en directo de Reikiavik cambian constantemente. Lo mejor es consultar la publicación gratuita Reykjavík Grapevine (www.grapevine.is) o su aplicación (llamada Appening Today) para estar al día. Cada vez es más habitual encontrar música local en directo en todo el país. Se aconseja acudir a alguno de los muchos festivales musicales de Islandia. En el festival Iceland Airwaves (celebrado en Reikiavik en noviembre) tocan talentos islandeses junto con grupos internacionales, al igual que en el Secret Solstice, en junio. En las islas Vestman, el Þjóðhátíð, también llamado Festival Nacional, atrae hasta 16 000 personas durante sus cuatro días de música y desenfreno a finales de julio o principios de agosto.
Antes del s. XX apenas había instrumentos musicales en Islandia. Los vikingos introdujeron la fiðla y el langspil. Similares al violín, estos dos instrumentos solo tenían dos cuerdas y se tocaban apoyados sobre la rodilla. Servían de acompañamiento a los vocalistas.
Los instrumentos solían ser un lujo y la única forma de música era la canción a capela. Los estilos más famosos eran el rímur (poesías o historias de las sagas cantadas en un tono bajo y escalofriante; Sigur Rós ha hecho incursiones en el género) y el fimmundasöngur (cantados a dúo en armonía). El estilo de canto islandés apenas cambió entre el s. XIV y el s. XX; asimismo, logró conservar algunas armonías que la Iglesia había prohibido en el resto de Europa tachándolas de diabólicas.
Por toda Islandia existen coros que interpretan música tradicional y se encuentran álbumes recopilatorios, como Inspired by Harpa: The Traditional Songs of Iceland (2013), que ofrecen una muestra de canciones populares islandesas o del rímur.
La industria cinematográfica islandesa es joven y fuerte –las producciones empezaron con regularidad hacia principios de la década de 1980– y crea obras inconfundibles. Sus cortometrajes y largometrajes reciben galardones internacionales y ganan prestigio y a menudo son obras estimulantes y con una fotografía increíble, con el imponente paisaje islandés como telón de fondo.
En 1992 el mundo se percató de la existencia de Islandia cuando la película Hijos de la naturaleza fue nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa. En la cinta, una pareja de ancianos obligada a estar en un geriátrico de Reikiavik se fuga al campo. El director, Friðrik Þór Friðriksson, es casi una leyenda en los círculos cinéfilos islandeses. También merecen la pena Fiebre helada (1994), Ángeles del universo (2000) y The Sunshine Boy (2009); asimismo produce muchas películas.
Otra película que puso Reikiavik en el mapa cinematográfico es 101 Reykjavík (2000), dirigida por Baltasar Kormákur y basada en la novela de Hallgrímur Helgason. Esta comedia negra explora el sexo, las drogas y la vida de un holgazán en el centro de Reikiavik. Las marismas (2006) de Kormákur está interpretada por Ingvar E. Sigurðsson en el papel del detective favorito de Islandia, el inspector Erlendur de las novelas de Arnaldur Indriðason. La película del 2012 de Kormákur, The Deep, basada en la historia real de un hombre que se salvó de un naufragio en las islas Vestman, fue un éxito, y en el 2013 el director llegó a Hollywood con Dos armas letales, protagonizada por Denzel Washington y Mark Wahlberg. En Everest (2015) actuaron Keira Knightley, Robin Wright y Jake Gyllenhaal. Kormákur fundó los RVK Studios, que produjeron la serie de TV Ófærð (Atrapados, 2015), excelente drama criminal ambientado en Seyðisfjörður, en el este de Islandia (aunque se rodó en Siglufjörður, al norte). Sus últimas cintas son la película de suspense The Oath (Eiðurinn, 2016) y A la deriva (2018), con Shailene Woodley y Sam Claflin.
El director Dagur Kári logró éxitos internacionales con películas como Noi, el albino (2003), la historia de un inquieto adolescente atrapado por la nieve en un pueblo de los fiordos del norte, y la inglesa The Good Heart (Un buen corazón, 2009). También de los RVK Studios, Corazón gigante (Fúsi, 2015) es el conmovedor retrato de un amable hombre solitario; se proyectó en las salas independientes de todo el mundo.
Asimismo, se recomienda Cold Light (Kaldaljós, 2004) de Hilmar Oddsson, una emotiva película de ritmo lento sobre la vida en un pueblo aislado de un fiordo, con la asombrosa interpretación del niño protagonista. El extravagante documental del 2012 The Final Member narra la extraña búsqueda del pene de un Homo sapiens para el Museo Falológico de Reikiavik.
Del primer largometraje de Hafsteinn Gunnar Sigurðsson, Either way (2011), sobre dos peones que pintan las rayas de las carreteras, se realizó el remake estadounidense Prince Avalanche (2013) de la mano de David Gordon. En los festivales fue todo un éxito Paris of the North (2014), de Sigurðsson, una tragicomedia sobre un padre y un hijo en el remoto este de Islandia; su última película es Buenos vecinos (2017).
En el 2013, Historias de caballos y hombres, de Benedikt Erlingsson, causó sensación por su retrato surrealista de las vidas entrecruzadas de hombres y caballos desde la perspectiva de los caballos. Fue nominada por Islandia como candidata a los Oscar. Erlingsson, que también es actor, participó en la película del 2011 Volcán, de Rúnar Rúnarsson, sobre una pareja mayor evacuada de las islas Vestman durante la erupción del Eldfjall y su forma de conciliar enfermedad y familia. Gorriones (Þrestir), el inquietante retrato de Rúnarsson sobre las tribulaciones de un joven que se muda de Reikiavik a una remota localidad de los fiordos del oeste (buena parte se rodó en Flatey), también destacó en el 2015.
El valle de los carneros (2015), de Grímur Hákonarson, es una mezcla de drama y comedia sobre dos hermanos enfrentados y sus animales. Cosechó éxito internacional: obtuvo el premio Un Certain Regard en Cannes y se convirtió en la película islandesa para los Oscar del 2016.
De Ása Hjörleifsdóttir es El cisne (Svanurinn; 2018), la historia de una niña a la que mandan a vivir al campo en el norte y sus descubrimientos; la cinta fue premiada en el Festival de Cine de Toronto.
Algo más ligeras son las películas de Þórhildur Þorleifsdóttir Stella on Holiday (Stella í Orlofi; 1986); con líos llenos de equívocos, Blóðberg (2015), una tragicomedia moderna sobre la vida de una familia “perfecta” patas arriba, o Albatross (2015), donde Tommi, chico de ciudad, pasa el verano en el club de golf de Bolungarvík con un elenco de personajes chiflados.
Hay una infinidad de títulos que no han sido traducidos ni distribuidos por el mundo; échese un vistazo en www.icelandiccinema.com.
Muchos de los artistas más famosos de Islandia han estudiado en el extranjero antes de regresar a casa. El resultado es un estilo que combina las historias y los paisajes islandeses con las influencias europeas.
Ásgrímur Jónsson (1876-1958) fue uno de los pioneros del arte moderno islandés. Sus impresionistas óleos y acuarelas representan los distintos ambientes del paisaje y folclore islandeses. Su obra está expuesta en la Galería Nacional, en Reikiavik.
Johannes Kjarval (1885-1972), alumno de Ásgrímur, se convirtió en el artista más célebre de Islandia. Se crio en Borgarfjörður Eystri, una remota aldea. Sus primeros cuadros, reflejaban las granjas de aquellos que se proponían emigrar. Pero esta época temprana es más recordada por los bocetos realizados con carboncillo sobre los distintos pobladores del lugar y las ilustraciones surrealistas del paisaje. Uno de los edificios del Museo de Arte de Reikiavik (Kjarvalsstaðir) lleva su nombre.
La escultura también tiene muchos representantes en Islandia, con obras en parques, jardines y galerías. Todos los escultores más famosos tienen un museo en la capital. Como exponentes notables están Einar Jónsson (1874-1954), cuyas obras místicas radican en la muerte y la resurrección, y Ásmundur Sveinsson (1893-1982), cuyas cautivadoras obras cinéticas de gran envergadura son un homenaje al país, sus historias y sus gentes. En el Museo de Arte de Reikiavik no hay que perderse el Ásmundarsafn, el antiguo estudio del artista con sugerentes esculturas. Sigurjón Ólafsson (1908-1992) se especializó en bustos, aunque probó suerte con las formas abstractas. Gerður Helgadóttir (1928-1975) creó preciosas esculturas y vitrales, y hoy le han dedicado un museo en Kópavogur. Las obras de esta artista también se ven en el parque Hljómskálagarður de Reikiavik, junto con esculturas de Gunnfríður Jónsdóttir (1889-1968), Nína Sæmundsson (1892-1962), Þorbjörg Pálsdóttir (1919-2009) y Ólöf Pálsdóttir (1920).
El pintor contemporáneo más famoso de Islandia es el icono del arte pop Erró (Guðmundur Guðmundsson, n. 1932), que ha donado toda su colección al Museo de Arte de Reikiavik-Hafnarhús. El artista danés-islandés Olafur Eliasson (n. 1967) crea impactantes instalaciones y ha diseñado la fachada del auditorio Harpa de Reikiavik. Páll Guðmundsson (n. 1959) trabaja en Húsafell creando esculturas y cuadros evocadores, así como un curioso steinharpa (instrumento parecido al xilófono) de piedra y ruibarbo, que ha tocado con el grupo Sigur Rós.
Las casas comunales vikingas de Islandia han sucumbido al paso del tiempo, pero las técnicas tradicionales de construcción con madera y hierba se usaron hasta el s. XIX. Se puede ver un buen ejemplo en Glaumbær (en el norte de Islandia).
Guðjón Samúelsson (1887-1950), uno de los arquitectos islandeses más famosos del s. XX, intentó crear un estilo autóctono distintivo. Sus edificios minimalistas se pueden ver por todo el país, desde la Hallgrímskirkja y la piscina Sundhöllin de Reikiavik hasta la Þingvallabær (la granja en Þingvellir) y el Héraðsskólinn, una antigua escuela en Laugarvatn. A Guide to Icelandic Architecture, de la Asociación de Arquitectos Islandeses, se centra en 250 edificios y diseños islandeses.
Los diseñadores, artistas y arquitectos islandeses suelen estar radicados en Reikiavik, aunque eso está cambiando con el auge del turismo. Muchos forman cooperativas y abren tiendas y galerías llenas de obras artesanales (hay de todo, desde sorprendentes cuencos hechos con rábanos a geniales piezas de alta costura). El Centro Islandés del Diseño de Reikiavik (Hönnunarmiðstöð; 771 2200; www.icelanddesign.is; Aðalstræti 2; 10.00-18.00 lu-sa) facilita mucha información y su evento anual DesignMarch abre al público cientos de exposiciones y talleres.