Menos caliente pero más húmeda que una sauna, la banya, el baño tradicional ruso, ayuda a eliminar todas las impurezas del cuerpo y la mente.
El viajero solo tiene que entrar en la sala de vapor (parilka) completamente desnudo (los bani normalmente están separados por sexos). El usuario puede controlar –o al menos aumentar– la temperatura echando agua sobre las piedras calientes. También se puede añadir unas gotas de esencia de eucalipto para aromatizar el vapor. Luego, solo hay que sentarse y esperar que suba la temperatura. Para eliminar las toxinas y mejorar la circulación, los usuarios se golpean unos a otros con un puñado de ramitas de abedul llamadas veniki.
Cuando no se soporte más el calor, hay que salir. Los bani públicos suelen dar acceso a una pequeña piscina que normalmente está llena de agua helada. El contraste de temperaturas vigoriza, confiere energía y purifica.
Una banya no está completa sin una mesa cubierta de tentempiés o, como mínimo, con un termo de té. Y, cuando uno creía que ya se había recuperado, debe repetir el proceso. Como dicen en Rusia, s lyokum parom (“¡que te siente bien el baño de vapor!”).