La historia de Tanzania empieza con el nacimiento de la humanidad y se prolonga durante milenios, convirtiéndose en escenario de grandes movimientos migratorios, de asentamientos árabes y del colonialismo europeo, que terminaría propiciando un sólido movimiento independentista, antesala de la actual República Unida de Tanzania.
Hace unos 3,6 millones de años, los primeros habitantes de África oriental cruzaron las llanuras de Laetoli, cerca de la garganta de Olduvai, en el norte de Tanzania, dejando sus huellas en la ceniza volcánica. Estas fueron descubiertas en 1978 por la arqueóloga Mary Leakey, que las identificó como las huellas de los primeros antepasados humanos conocidos, unos homínidos denominados australopitecinos.
Hace más o menos 2 millones de años, el árbol genealógico de los humanos se dividió, dando lugar al homo habilis, una criatura carnívora con un cerebro de mayor tamaño, que usaba herramientas de piedra y cuyos vestigios también se han encontrado por la garganta de Olduvai. Hace 1,8 millones de años fue el turno del homo erectus, cuyos huesos y hachas fueron hallados en antiguos enclaves lacustres repartidos por África oriental.
Lo que hoy es Tanzania ha recibido oleadas de inmigrantes. En la zona de Kondoa se han hallado pinturas rupestres fechadas hace 6000 años y que al parecer fueron realizadas por cazadores-recolectores nómadas que hablaban una lengua similar al khoisan del sur de África. Entre los años 3000 y 5000 se les unieron agricultores y pastores de habla cusita llegados de la actual Etiopía; los iraqws, que habitan en la zona del lago Manyara, son antepasados de este grupo étnico. La mayoría de los tanzanos contemporáneos son descendientes de los colonos de habla bantú que hacia el 1000 a.C. empezaron un desplazamiento gradual desde el delta del Níger hacia el este, que se prolongaría hasta el s. I d.C. El flujo migratorio más reciente tuvo lugar entre los ss. XV y XVIII, cuando pastores de habla nilótica del sur de Sudán emigraron al norte de Tanzania y al valle del Rift. Muchos de ellos -descendientes de los masáis- se asentaron en las zonas menos fértiles de la mitad norte del centro de Tanzania.
Mientras en el interior del país acontecían estos movimientos migratorios, las zonas costeras iban moldeándose por influencias muy distintas. Azania, como los antiguos griegos conocían el litoral del este de África, fue un centro de comercio desde al menos el 400 a.C. A principios del primer milenio después de Cristo se fundaron prósperos asentamientos con la llegada de comerciantes (primero del Mediterráneo y luego de Arabia y Persia) gracias a los vientos del monzón. Estos se mezclaron con los oriundos, hablantes de bantú, lo que dio lugar a la lengua y cultura suajilis. Los mercaderes árabes trajeron consigo el islam, que para el s. xi se había consolidado. En los siglos posteriores dichos comerciantes fundaron puestos de avanzada por toda la costa, incluidos el archipiélago de Zanzíbar y Kilwa Kisiwani. Ambos asentamientos alcanzaron su culmen entre los ss. XIII y XV y el comercio de marfil, oro y otras mercancías se extendía a lugares como la India y China.
Uno de los primeros europeos en pisar Tanzania fue el portugués Vasco da Gama, quien en 1498 navegó junto a la costa en busca de una ruta a Oriente. Los comerciantes lusos se instalaron aquí hasta principios del s. XVIII, cuando fueron expulsados por los árabes omaníes, quienes se hicieron con el control de Kilwa y Zanzíbar y designaron gobernadores en las poblaciones costeras del continente. Los comerciantes del litoral trazaron las rutas de caravanas por el interior del país hacia los grandes lagos. Compraban marfil y esclavos a cambio de tejidos baratos y armas de fuego y traían consigo virulentas cepas de viruela y cólera. A finales del s. XIX, cuando Europa codiciaba África, el este del continente ya estaba debilitado por las enfermedades y la violencia.
Los relatos románticos de viajeros europeos de principios del s. XIX sobre el este de África, como Richard Burton, John Speke, David Livingstone y Henry Morton Stanley, llamaron la atención de un joven aventurero alemán. En 1885, sin haber conseguido el apoyo de su Gobierno, Carl Peters fundó la Compañía Alemana de África Oriental. Desde Zanzíbar viajó hacia el interior del continente, recabando por el camino firmas de líderes tribales africanos en una pila de formularios de tratados en blanco que había llevado consigo. En Berlín el canciller Otto Von Bismarck dio el visto bueno a la adquisición de territorio africano, para consternación de los británicos, que para entonces controlaban Zanzíbar a través de su sultán.
En 1886 británicos y alemanes fragmentaron África oriental en áreas de influencia. La frontera discurría hacia el oeste, desde el litoral hasta el lago Victoria, pasando por la actual frontera entre Kenia y Tanzania. Decir que nadie consultó a los africanos con respecto al acuerdo ni tampoco al sultán de Zanzíbar; los alemanes fondearon un buque de la marina en el puerto de Zanzíbar hasta que este renunció a sus pretensiones sobre el continente.
El colonialismo trajo la educación y sanidad occidentales al África oriental alemana, así como las redes ferroviarias y de carreteras. Sin embargo, esto benefició a pocos africanos y la autoridad germana no gozó de popularidad: las severas políticas laborales, la imposición de un impuesto a las cabañas y otras medidas contribuyeron al descontento. La oposición local se originó en 1888 con la revuelta de Abushiri, que culminó en la rebelión Maji Maji, germen del nacionalismo tanzano, que se prolongó de 1905 a 1907 y terminó arrasando parte del sur del país.
Tras la I Guerra Mundial, África oriental (entonces rebautizada Tanganica) cayó en manos británicas en virtud del mandato de la primera Sociedad de Naciones. Este acuerdo duró hasta el estallido de la II Guerra Mundial, tras la cual la región pasó a ser un fideicomiso de las Naciones Unidas, nuevamente administrado por los británicos. En el marco de sus políticas de recuperación económica en la posguerra, Gran Bretaña implantó cultivos obligatorios y aplicó políticas de asentamiento. Los británicos impidieron el desarrollo del sector manufacturero con el objetivo de copar el mercado tanzano con sus propias mercancías y se contrató a contados africanos para la administración pública.
En 1948 un grupo de jóvenes africanos creó la Asociación Africana de Tanganica para protestar contra las políticas coloniales. En 1953 la organización pasó a llamarse Unión Nacional Africana de Tanganica (TANU), a la sazón liderada por el profesor Julius Nyerere. Su objetivo era la liberación nacional. Finalmente, los británicos se marcharon de Tanganica y Zanzíbar en 1961 y 1963 respectivamente, en gran medida debido al sentimiento europeo de que los imperios eran demasiado caros de mantener y al reconocimiento del derecho fundamental de todos los pueblos a no ser sometidos.
Aunque la población de Tanganica recibió la independencia con optimismo, el país se embarcó en el proyecto de construir una nación sin casi ninguno de los recursos necesarios para acometer dicha empresa: el tesoro nacional estaba mermado; la economía era débil y sin desarrollar; y la industria, casi nula. En 1961 había un total de 120 graduados universitarios africanos en todo el país.
Ante esta situación, el primer Gobierno independiente de Tanganica, encabezado por Julius Nyerere, entonces con 39 años, optó por la continuidad sobre la transformación radical de las estructuras económicas o políticas. La TANU aceptó el Parlamento al estilo de Westminster propuesto por los británicos y se comprometió a invertir en la educación y en una africanización gradual del funcionariado. En paralelo, los expatriados (muchos de ellos antiguos oficiales coloniales británicos) se utilizaron para ocuparse de la burocracia.
Tal como explicó el analista político Cranford Pratt, los planes iniciales del Gobierno de Nyerere se basaron en la premisa de que llegaría ayuda extranjera, sobre todo de Gran Bretaña, pero no fue así y se dejó al nuevo país luchando por conseguir fondos para mantenerse a flote durante los difíciles primeros años como país independiente. Mientras trataba de arreglar carreteras, gestionar hospitales y ofrecer una educación a los jóvenes del país, el Gobierno logró sofocar un motín militar con motivo de los salarios en 1964. En enero de ese año se desató una revuelta en Zanzíbar a las pocas semanas de haber logrado la independencia de Gran Bretaña y Nyerere, astutamente, desactivó el poder desestabilizador de los políticos isleños ofreciéndoles un papel destacado en la recién proclamada República Unida de Tanzania, fruto de la unión de Tanganica y el archipiélago de Zanzíbar en abril de 1964.
El transcurso de los acontecimientos durante los primeros años de independencia (la falta de ayuda exterior, los levantamientos populares y el desarrollo de una clase privilegiada en medio de gran pobreza generalizada) llevó a Nyerere a replantearse el curso de su Gobierno.
Desde su época como estudiante, Nyerere había reflexionado sobre el significado de la democracia para África. En 1962 publicó un ensayo titulado Ujamaa: The Basis of African Socialism (Ujamaa: la base del socialismo africano), en el que exponía su creencia de que la acumulación personal de riqueza ante la pobreza generalizada era antisocial. África debía aspirar a crear una sociedad basada en la ayuda mutua, así como en la igualdad económica y política, como la que -sostenía- había existido durante siglos antes de la colonización europea.
En 1967 los líderes de la TANU se reunieron en la localidad de Arusha y allí aprobaron un plan para Tanzania, redactado por Nyerere. Lo que se conocería como la Declaración de Arushaestablecía el compromiso del Gobierno tanzano de adoptar un enfoque socialista de cara al desarrollo, posteriormente articulado en una serie de leyes. El Gobierno prometió reducir su dependencia de la ayuda extranjera y, en su lugar, promover un espíritu de confianza en la sociedad tanzana. A fin de impedir que el Gobierno se convirtiera en un lugar en el que los burócratas amasaran riqueza personal, Nyerere aprobó el Código de Liderazgo que, entre otras cosas, prohibía a los miembros del ejecutivo tener acciones en empresas privadas, emplear servicio doméstico y comprar propiedades para después lucrarse alquilándolas.
La Declaración también anunciaba la nacionalización de la industria y la banca, restringía la inversión extranjera directa y contemplaba que el propio Gobierno invertiría en aquellas empresas manufactureras capaces de producir bienes que sustituyeran las importaciones. Todo el territorio pasaba a ser propiedad común, administrada por el Estado. El ejecutivo se esforzó por proporcionar educación gratuita a todos los niños, enseñándoles a identificarse como tanzanos con una lengua compartida (el suajili) en vez de como miembros de uno de los más de cien grupos étnicos que residen dentro de las fronteras del país.
Nyerere fascinaba con las estrategias de desarrollo económico de los chinos, pero desestimó los miedos de Occidente de que Tanzania estaba coqueteando con la doctrina marxista, china o soviética. En Freedom and Unity: Essays on Socialism (1967) sostenía que los tanzanos “no tenían tanta necesidad de que les ‘convirtieran’ al socialismo como de que les ‘enseñaran’ el concepto de democracia. Ambas ideas están enraizadas en nuestro pasado, en la sociedad tradicional de la que somos fruto”. La visión de Nyerere fue recibida con entusiasmo tanto por el pueblo tanzano como por académicos occidentales y donantes de ayuda humanitaria de Oriente y de Occidente. Pese a todo, varias de sus políticas provocaron consternación, incluso entre sus más fervientes partidarios en el extranjero. En 1965 la TANU votó a favor de desechar el modelo de democracia multipartidista heredado de Gran Bretaña y Tanzania se convirtió en un Estado unipartidista. Nyerere argumentó que la democracia no era sinónimo de multipartidismo y que los desafíos a los que se enfrentaba el país eran de tal calibre que todo el mundo debía remar en la misma dirección. Defendió la libertad de expresión y el debate ideológico, pero prohibió los partidos de la oposición. Los votantes podían escoger entre una selección de candidatos, todos pertenecientes a la TANU. Además, Nyerere autorizó la detención de varias personas que, supuestamente, estaban conspirando contra los intereses del Estado. Sus defensores aseguran que hizo todo lo que estaba en sus manos para sostener un gabinete y un país en ocasiones ingobernables, en una época en la que todos los países africanos que entonces habían alcanzado la independencia sucumbían a las guerras civiles o a las dictaduras. Sus detractores consideran que hizo la vista gorda ante violaciones de derechos fundamentales.
Quizá la más polémica de todas las políticas adoptadas tras la Declaración de Arusha fue la villagisation. La gran mayoría de los tanzanos vivía en el campo y la Declaración contemplaba la agricultura como el motor del crecimiento económico. Así, por medio de la agricultura colectiva, debía lograrse un incremento de la producción tal como, según Nyerere, ocurría en el pasado. A partir de 1967 se instó a los tanzanos a reorganizarse en pueblos comunales en los que trabajarían juntos las tierras por el bien de la nación. Solo se creó voluntariamente un puñado de cooperativas.
En 1974 el Gobierno empezó la reubicación forzosa del 80% de la población, provocando trastornos a la producción agrícola nacional. El programa en sí sufrió un sinfín de contratiempos. Las nuevas tierras con frecuencia no eran fértiles; no se disponía del equipo necesario; la gente no quería trabajar colectivamente, sino suministrar alimentos, antes que nada, a sus familias. El Gobierno fijó precios muy bajos para las cosechas. Y, parafraseando al analista Goran Hyden, el campesinado respondió replegándose a una agricultura de subsistencia, cultivando sus propios alimentos. La producción agrícola nacional y los ingresos de la exportación de las cosechas se desplomaron.
Resumiendo los resultados de las políticas de la Declaración, Nyerere admitió que el Gobierno había cometido algunos errores. Sin embargo, también señaló cierto progreso hacia la igualdad social: la franja entre los salarios más altos y los más bajos se había estrechado, pasando de 50:1 en 1961 a en torno a 9:1 en 1976. Pese al escaso legado colonial heredado, Tanzania hizo grandes avances en educación y sanidad; además, bajo el liderazgo de Nyerere, se logró cohesionar el sentido de identidad nacional. Y salvo alguna revuelta social, el archipiélago de Zanzíbar disfrutó de paz interna y estabilidad durante su existencia.
Tras la Declaración de Arusha,Tanzania fue el mayor receptor de ayuda exterior del África subsahariana durante la década de 1970, así como el banco de pruebas de todas las teorías para el desarrollo que iban surgiendo.
A medida que la economía entraba en una espiral descendente a finales de la década de 1970 y principios de la siguiente, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y un creciente número de donantes instaron a aplicar estrictas políticas de reestructuración económica, lo que provocaría un gran ajuste estructural del sistema. Olvidándose de sus proyectos fallidos, lo achacaron a un funcionariado excesivo y al moribundo sector productivo y aconsejaron que ambos se expusieran al libre mercado. Nyerere se resistió a la receta del FMI. Y ante el empeoramiento de la situación económica, la disensión se instaló en las filas del Gobierno. En 1985 Nyerere dimitió y en 1986 el Gobierno en pleno claudicó a los términos del FMI, poniendo así fin al gran experimento del socialismo africano en Tanzania.
Como en el resto del continente, los ajustes estructurales supusieron un tratamiento de shock. El cuerpo de funcionarios quedó reducido a un tercio, es decir, muchos incompetentes habían desaparecido, pero también profesores, trabajadores de la sanidad y dinero que se destinaba a material escolar y a la formación de docentes. La tasa de crecimiento económico entró en nivel negativo hacia 1974 y languideció en los siguientes 25 años. En 1997 Tanzania dedicaba cuatro veces más fondos al servicio de la deuda exterior del país que al gasto en sanidad, una situación que solo ha mejorado en las dos últimas décadas.
Como parte del ajuste estructural del programa de ayuda, en 1992 se reinstauró un sistema democrático multipartidista al estilo occidental y se reformó la Constitución para legalizar a los partidos de la oposición. Desde entonces se han celebrado cinco elecciones generales, que transcurrieron sin incidentes en el continente y con algún que otro sobresalto en Zanzíbar, donde existen fuertes tensiones entre el CCM y el partido opositor Frente Cívico Unido (CUF).
En los comicios del 2015 John Magufuli (CCM) fue elegido presidente con el 58% de los votos. Su principal opositor fue el exprimer ministro del CCM Edward Lowassa, del Partido por la Democracia y el Progreso (Chadema). Magufuli no tardó en llevar a la práctica su programa y tras casi dos años de mandato ha logrado un reconocimiento considerable -sobre todo entre la población rural tanzana- por sus medidas contra la corrupción y su empeño en que los representantes gubernamentales rindan cuentas ante el electorado. También ha recibido críticas en algunos sectores por poner trabas al debate público y por intensificar la aplicación de leyes restrictivas relativas a la libertad de prensa. Las próximas elecciones generales tendrán lugar en octubre del 2020.