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De las ruinas costeras, las más impresionantes son las de Kilwa Kisiwani, declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco y que se remontan a la época de los sultanes y las rutas comerciales que unían los campos auríferos del interior con Persia, la India y China. En la Gran Mezquita casi pueden oírse los susurros de siglos pasados. Tierra adentro, bien pertrechados de espíritu aventurero, hay que dirigirse a los enigmáticos yacimientos de pintura rupestre de Kondoa, repartidos por las colinas Irangi.