Dos semanas por la costa de Croacia

Bahía de Kvarner, Croacia
Bernd Thaller - Flickr

Islas, playas, fortalezas y glamour

Desde la punta de Istria a la deslumbrante Dubrovnik, Croacia cuenta con una de las franjas costeras más imponentes del Mediterráneo. Frente a sus aguas cristalinas se alzan montañas, ciudades amuralladas y plácidas islas

Esta propuesta de un recorrido básico de dos semanas, permitirá descubrir las maravillas de la costa croata, desde los escondites favoritos de Istria a las perlas de la bahía de Kvarner; y, más al sur, lo mejor de Dalmacia, tanto en tierra firme como en las islas.

1. De norte a sur: 600 kilómetros de Istria a Dubrovnik

Rovinj © Nick Savchenko - www.flickr.com/photos/nsavch/20170635462

Dos semanas de vacaciones son el tiempo perfecto para hacer un recorrido completo por la costa de Croacia, una de las más bellas del mundo. ¡Mediterráneo puro! Se puede empezar en Porec, una ciudad al norte del país que presume de su admirable Basílica Eufrasiana, Patrimonio Mundial y uno de los ejemplos de arte bizantino más bellos de Europa. Desde aquí hay que ponerse en marcha hacia el sur, donde aguardan la arquitectura veneciana y las encantadoras calles empedradas de Rovinj, la atracción estelar de la costa de Istria, con su puerto pesquero, la iglesia de Santa Eufemia en lo alto de la ciudad, calles empinadas, piazzas, y su reducida pero no menor oferta artística. Estas visitas pueden llevar un par de días, antes de volver al camino para visitar Pula, con sus evocadoras ruinas romanas y un anfiteatro del s. I que da al puerto. La capital de Istria da juego para una jornada de exploración antes de continuar costa abajo.

Todos los viajeros recomiendan una parada técnica en la vieja ciudad de veraneo de los Habsburgo, Opatija, y pasear por su elegante paseo marítimo, con grandes vistas de la costa de Kvarner. Desde la cercana Rijeka, la tercera mayor ciudad de Croacia y animado puerto con cafés, un catamarán lleva al bonito pueblo de Rab, en la isla homónima, para pasar el día por sus antiguas callejas de piedra y cuatro elegantes campanarios.

La histórica Zadar, con su amplia oferta de museos, iglesias, cafés y bares, se merece otro día, seguido de dos más en la bulliciosa Split, más al sur, con su maravilloso Palacio de Diocleciano.

De Split se salta a la elegante isla de Hvar, animada de noche y, de día, luego se disfruta del sol en las costeras islas Pakleni (con o sin bañador), aunque también se pueden pasar dos días de relax total, comida casera y submarinismo de primera en la isla de Vis, más remota y desierta.

Desde Split, se irá a Dubrovnik, donde al menos habría que permanecer un par de días para saborear sus relucientes calles de mármol, su animada vida callejera y la preciosa arquitectura del casco antiguo, sin olvidar la cercana isla de Mjet, con su parque nacional, donde el verdor, los lagos salados y la tranquilidad sanan el alma. 

2. Ciudades amuralladas: las otras ‘Dubrovniks’

Trogir © Nick Savchenko - www.flickr.com/photos/nsavch/20611290808

Desde la antigüedad, los pueblos de esta costa han rodeado sus ciudades con sólidas murallas de piedra como protección contra los frecuentes ataques que sufrían. A pesar de que el objetivo fuera sobre todo defensivo, al final, el resultado es espectacular. La vista de esos bastiones de piedra desde el mar es una de las imágenes más memorables del litoral adriático; y aunque muchas de esas murallas hayan desaparecido, dejando a la vista laberintos de callejuelas medievales, la panorámica aún es impresionante.

La mayoría de gente ha oído hablar de Dubrovnik, pero hay muchas pequeñas réplicas repartidas por toda la costa croata. Una de las más mágicas es Trogir, al oeste de Split, en una islita unida al continente por puentes. La propia Split alberga una antigua fortaleza construida sobre las ruinas de un palacio imperial romano (aunque desde el agua es difícil distinguirla de las construcciones que la rodean). El casco antiguo fortificado de Sibenik trepa por una colina hasta un imponente castillo, mientras que en Ston las fortificaciones ascienden y se extienden por la parte montañosa de la península de Pejesac.

Rovinj fue en su día una isla, separada de tierra firme por un estrecho canal que después se llenó más o menos como Dubrovnik. En el caso de Zadac la muralla rodeaba la punta de una península, si bien hoy en día solo queda la mitad. Las islas también contienen impresionantes poblaciones amuralladas como ocurre con Cres, Krk, Rab, Pag y Korcula.

Aparte de los lugares más conocidos, es fácil toparse con alguna otra fortificación. Como es el caso de la diminuta Osor, sobre el canal que separa las islas de Cres y Losinj, o la encantadora Primosten, en la rocosa costa al sur de Sibenik. 

3. La vida en las islas

Krk © Tomislav Mavrovic - www.flickr.com/photos/tomislavmavrovic/4875365799

Una de los atractivos más singulares de Croacia son sus islas: el país tiene 1244 que van desde escollos rocosos que sobresalen del mar a grandes áreas pobladas con campos y pequeñas poblaciones. Dos de las más grandes, Krk y Pag, están unidas al continente por puentes, pero aun así conservan su cultura y modo de vida isleños.

Las islas más populares y pobladas están bien comunicadas por ferris todo el año, aunque en julio y agosto pueden formarse largas colas de vehículos al igual que los fines de semana de junio y septiembre. Si se tiene pensado visitar las islas en esa época, es mejor hacerlo a pie y alquilar un automóvil o motocicleta.

Para los grupos de islas más pequeñas, como las Kornatis, son populares los circuitos organizados (algunos pensados específicamente para mochileros). Por su parte, los aficionados a la navegación se encontrarán en el paraíso, con numerosas bahías e islotes desiertos. Quien se haya dejado el yate en casa puede alquilar uno, con patrón o sin él (siempre que tenga el título). 

4. Las mejores playas del Mediterráneo

Isla de Brac © Nick Savchenko - www.flickr.com/photos/nsavch/20785918360

Aunque el litoral croata solo tiene 600 km en línea recta, si alguien se dedicara a planchar todas sus arrugas y estirar la línea de costa de sus numerosas islas, cubriría 1778 km. Las aguas claras y el suave clima hacen que millones de turistas invadan las playas cada verano, sobre todo durante las vacaciones escolares europeas, en julio y agosto.

Pero no hay que esperar encontrar largas playas de arena al estilo de nuestra costa levantina, Malibú o Copacabana: son sobre todo bonitas calas rocosas o de guijarros, rodeadas de pinos, olivos o matorral. También hay playas de arena, sobre todo en las islas, pero el agua suele cubrir poco, por lo que normalmente hay que caminar mucho para mojarse las rodillas. Lo que resulta más sorprendente en cualquier punto de la costa es la claridad y el color del mar, que a veces adopta un tono azul o verde casi artificial. En la actualidad hay en el país 97 playas con bandera azul, la mayoría de ellas en Istria y en la región de Kvarner. 

5. Submarinismo y buceo con tubo

Submarinismo en Croacia © Anders Finn Jørgensen - www.flickr.com/photos/andersfinn/1043839908

Es buena idea llevarse gafas de buceo y aletas: con este agua clara y templada y tantos peces pequeños hay mucho que ver. Los aficionados al submarinismo también tienen mucho que hacer entre restos de naufragios (de tiempos antiguos o de la II Guerra Mundial), taludes y grutas. Alguno de los destinos más populares son los pecios del Taranto (cerca de Dubrovnik) y del Rosa (junto a Rab), el arrecife Margarita (frente a la isla de Susak) y los alrededores de las islas de Brac, Vis, Dugi Otok y Losinj. 

6. Dubrovnik, la joya

Dubrovnik © Marcus Saul - www.flickr.com/photos/marcussaul/15040434256

Pero si hay algún sitio que todo el mundo identifica con la costa croata, es Dubrovnik. Aquí paran todos los cruceros que surcan el Mediterráneo oriental y todo el que visita Croacia pasa por esta fortaleza amurallada. Pese a todo, nadie está lo bastante parapetado para enfrentarse por primera vez al casco antiguo de Dubrovnik. De lejos, es un nido compacto de tejados de terracota cerrado por murallas de color miel que se adentran en un abrumante mar cerúleo. El impacto no disminuye cuando se atraviesan sus antiguas puertas y se recorren sus calles de mármol. Lo dicho: una joya. 

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