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El centro neurálgico de la gastronomía italiana se halla en el Piamonte, un paraíso para cualquier sibarita. Sobre todo en otoño, la región invita a buscar setas en el bosque o a saborear delicias de cacao en una cafetería bañada en oro, por no hablar de los vinos tintos de culto que se producen en algunos pueblos. Nadie se puede perder la tienda que Eataly tiene en Turín, las trufas blancas de Alba ni los caldos de Barolo o Barbaresco, que se obtienen de los viñedos de las Langhe.