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Es una gloria contemplar este pueblo-isla fortificado de postal, un trocito de Mediterráneo con adelfas, pinos y olivos asomando entre los rojos tejados de sus casas de piedra rosa. Quizá haya que contentarse con las vistas; solo se permite el paso a los huéspedes del exclusivo complejo hotelero dueño de la isla. Quien no lo sea puede disfrutar de la playa, dar un paseo por el bosque hasta Pržno y hacer fotos sin parar; será difícil que alguna salga mal.