Bienvenidos a la costa oeste de EE UU

Paisajes y leyendas atraen a los aventureros al Oeste, donde una buena comida, unos vinos entre viñedos, la historia de los nativos americanos y una aventura al aire libre regalan un día redondo.

Un paisaje extraordinario

Los paisajes del Oeste merecen toda suerte de elogios. Pero son los sonidos de aventura (¡zum! ¡chof! ¡clinc!) que invaden el paisaje los que le añaden un punto peculiar. Los surfistas, aficionados al kayak y playeros acuden en tropel a la costa oeste, que va desde la soleada San Diego hasta los riscos de California central y de allí a la playas rocosas de Oregón y Washington. Las piedras rojas, los desfiladeros y los desiertos atraen a excursionistas y ciclistas al suroeste y al Grand Canyon. Sin olvidarse de las Rockies (Montañas Rocosas), que permiten practicar esquí y snowboard.

Comida y vinos regionales

Los tacos de pescado en San Diego, los perritos calientes de Sonora, en Tucson, la trucha y el bisonte en las Rockies, los chiles verdes y rojos en Nuevo México y el salmón silvestre en la costa noroeste del Pacífico. Los platos regionales son tan diversos como los paisajes. ¿Un común denominador? Los chefs y los comensales prefieren la comida recién hecha y de proximidad, una tendencia que empezó en el oeste y que hoy han adoptado los vitivinicultores que, cada vez más, se valen de principios ecológicos y biodinámicos. En este terreno vinícola, Napa y Sonoma hoy comparten trono con Washington, Oregón y California central.

Encanto urbano

Las ciudades del Oeste disfrutan de personalidades muy distintas. En California hay la simpatía de “colegueo” de San Diego, los destellos hollywoodienses de Los Ángeles y la combinación bohemio-empollona de San Francisco. Más al norte, Seattle aúna vanguardia y producción local, con el cafelito de por medio. La tradición enraizada y la diversión al aire libre casan en Denver, mientras el dejarse ver y el mimarse en un spa dan a Phoenix un ambiente pijo curiosamente irresistible. Y Santa Fe es un mundo, artística e históricamente. Y después está Las Vegas, un edén de luces de neón donde se puede dar el sí en la capilla de Elvis, pasar la luna de miel en París y jugarse la hipoteca.

Historia interactiva

¿Museos? Mejor dejarlos para luego. Antes se querrá subir la escalera hasta las casas rupestres de una estación de la Pony Express o sumarse a una congregación en una misión española de principios del s. XVIII. ¿Qué más aguarda en el Oeste? Fuertes semiderruidos, mercados fronterizos, pueblos fantasma, aldeas de adobe, un antiguo silo de misiles de titanio (Titan Missile) y el pueblo inexistente (donde se creó la bomba A).En estos lugares uno se acerca más al pasado rico y poliédrico de la región.

Por qué me gusta la costa oeste de EE UU

Por Christopher Pitts, escritor

Como muchos, sufrí el flechazo por el Oeste en un viaje por carretera; exactamente ocurrió estando sentado junto a una hoguera en Colorado, bajo un manto de estrellas, tan luminosas y juntas que podía seguirlas hasta el infinito. Y lo que vino después no fue menos: paisajes desérticos extraterrenales, coyotes y bisontes campando bajo enormes cielos azul cobalto y la agreste e indómita costa del Pacífico y, cómo no, esos majestuosos parques nacionales. Todo ello me convenció para instalarme definitivamente en el Oeste.

 

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