Algunas de las islas más interesantes de Hawái
Hawái es uno de los 50 estados estadounidenses y también es un archipiélago, es decir cientos de islas que se extienden a lo largo de la subregión polinesia de Oceanía.
No hay un Hawái sino muchos Hawáis, aunque lo cierto es que los residentes de estas islas relativamente pequeñas en mitad de un océano inmenso comparten una forma de ser común: se esfuerzan en tratarse con aloha, cuidan la educación y el respeto y make no wakes (“no hacer olas”, que quiere decir: no causar problemas). Como reza un dicho hawaiano: “todos navegamos en la misma canoa”.
Hawái (Isla Grande)
Las opciones de senderismo son infinitas. El viajero puede optar, por ejemplo, por recorrer el Muliwai Trail, un sendero de unos 13,6 km con un cierto grado de dificultad ya que cruza terrenos empinados y resbaladizos. Pese a su dificultad merecen mucho la pena sus pequeñas cascadas y pozas gélidas. En el cercano valle del Waipi‘o, las carreteras secundarias de Pa‘auilo y Ahualoa son fantásticas para el ciclismo.
Otra interesante opción es disfrutar de Mauna Kea (la montaña blanca), considerada el piko (ombligo) sagrado que conecta la tierra con el cielo. En la cumbre se sitúan 13 observatorios astronómicos que por su altura y la bajísima contaminación lumínica permiten investigar los confines más lejanos del universo. Escrutar las estrellas en lo alto del Mauna Kea es una experiencia única e inolvidable.
Y por último, el viajero podrá lanzarse a la aventura de recorrer caminos entre volcanes, cráteres y torrentes de lava. El Hawai‘i Volcanoes National Park ofrece la posibilidad de convertirse en un geólogo y disfrutar de la diversidad de las vistas.
Kauaʻi
Al norte de Hawái, una isla más pequeña, Kauaʻi, cuenta con el Na Pali Coast Wilderness State Park, un parque de 26 km de acantilados, playas de arena blanca, calas turquesas y cascadas turbulentas. Puede hacerse senderismo de Haʻena al valle del Kalalau o disfrutar de la costa en kayak, lancha o catamarán.
La bahía de Hanalei es perfecta para los surferos porque su media docena de rompientes de surf es legendaria. En este enclave además se puede recibir una clase de yoga, comer sushi, comprar ropa de playa chic, tesoros antiguos y obras de arte o entrar en un garito de talla mundial.
La tercera atracción estrella de la isla es el Cañón del Waimea, en la parte más agreste de Kaua‘i. Los parques, el abundante sol y la costa lo convierten en un paraíso para los aventureros. Hay cañones profundos, acantilados selváticos, rompientes de surf, playas desiertas, vistas extraordinarias, cascadas y un océano que parece infinito.
Oʻahu
La bulliciosa Honolulu lo tiene todo para el aventurero urbano: comer en las callejuelas asiáticas de Chinatown, contemplar el mar desde la Aloha Tower y pasear junto a edificios victorianos. También puede visitarse Pearl Harbor y rememorar el ataque de este puerto que propició en 1941 la entrada de EE UU en la II Guerra Mundial.
Siguiendo la costa se llega a Waikiki, antiguo retiro de la realeza hawaiana y hoy en día uno de los puntos más turísticos de la isla. Para distraerse, nada mejor que apuntarse a clases de surf, tomar el sol, ir en catamarán hasta Diamond Head y, de noche, tomarse un mai tai y disfrutar de las tranquilas melodías de una guitarra slack key.
Molokaʻi
Suele afirmarse que Molokaʻi es la “más hawaiana” de las islas, y es cierto: más del 50% de los residentes son nativos hawaianos. Si el viajero busca un lugar que valore la geografía y la cultura indígena de las islas, le gustará Molokaʻi. Los antiguos enclaves hawaianos del bello y tropical este de la isla se protegen y restauran celosamente, y el consenso es evitar urbanizar el sagrado oeste.
Se puede visitar el prístino y espiritual Valle del Halawa, que los habitantes protegen celosamente con verjas y letreros de “prohibido el paso”. O practicar senderismo en Kalaupapa Trail, un sendero tortuoso por la bella península de Kalaupapa, donde se elevan los acantilados marinos más altos del mundo.
Lanaʻi
Lanaʻi es una buena opción para los viajeros que busquen salirse de la ruta habitual, porque Lana'i, la isla central del archipiélago y la menos “hawaiana”, está viviendo grandes cambios. Para empezar, su gran patrimonio histórico, las plantaciones de piña, están cerrándose. En 2012, el multimillonario Larry Ellison compró el 98% de la isla y comenzó a lanzar innumerables proyectos para mejorar su isla paradisíaca: la creación de una gran planta desalinizadora y la renovación de varios hoteles.
La mejor manera de explorar la isla es lanzarse a recorrer sus carreteras, algunas sin asfaltar, en un 4x4. El viajero encontrará maravillosas playas desiertas, plantaciones e iglesias coloniales abandonadas y algún yacimiento arqueológico. Además, los aventureros podrán practicar el submarinismo en Cathedrals, el punto de inmersión más espectacular de la isla, con arcos y grutas entre un gran tubo volcánico de 30 m de largo.
Maui
La legendaria Hana Hwy (carretera de Hana) discurre por la costa noreste de Maui, entre valles cubiertos de selva, enormes acantilados y poderosas cascadas. Es tan bonita que deslumbra pese a que es imposible desprenderse de la sensación de suspense al recorrer sus cerradísimas curvas.
Al sur de la isla, las puestas de sol se convierten en la actividad principal: solo hay que ver cuántos espectadores se congregan en la playa de Kamaʻole Beach Park II. También se puede bucear con tortugas en los arrecifes, ir en kayak a bahías remotas o navegar en canoa hawaiana, además de disfrutar de un irresistible panorama gastronómico.
Para asomarse al alma de Maui hay que ir a la cumbre del Haleakalā. El enorme cráter se abre al visitante acariciado por la niebla y, en una experiencia irrepetible, bañado por la luz del amanecer. Varios miradores ofrecen vistas impresionantes de paisaje lunar, para después bajar por el cráter, caminar por las laderas o montar en bicicleta de montaña.
En definitiva, se elija la isla que se elija, Hawái es el destino perfecto para vivir aventuras.