He aquí un paseo de oeste a este por los rincones más maravillosos del norte de Italia, con las ciudades más activas culturalmente y uno de los tramos litorales más llamativos del país transalpino.
Los tres primeros días se dedican a Venecia. Los matices exóticos de la arquitectura y las sinagogas del Ghetto reflejan la próspera actividad comercial que antaño se desarrolló entre la ciudad y Oriente Próximo. La cuarta jornada es el turno de Rávena, antigua capital del Imperio romano de Occidente y sede de ocho lugares Patrimonio de la Humanidad, entre los que destacan las basílicas de San Vitale y Sant’Apollinare Nuovo, decoradas con bellos mosaicos bizantinos.
Los días sexto y séptimo se pasan en Bolonia, que tiene la universidad más antigua y la quinta iglesia más grande del mundo. En el barrio universitario se halla la Pinacoteca Nazionale, que alberga obras del maestro Parmigianino. Uno de sus puntos fuertes es la gastronomía, que se puede apreciar al máximo en el Quadrilatero.
Florencia aguarda las tres jornadas siguientes. Aquí se encuentran muchas de las obras más notorias del arte occidental. El carácter renacentista de la ciudad se extiende a la arquitectura, cuyo máximo exponente es la increíble cúpula del Duomo, de Filippo Brunelleschi. Hasta los jardines son auténticas obras maestras: sirva como ejemplo el Giardino di Boboli.
La 11ª etapa pasa por Pisa, donde destaca el conjunto arquitectónico de la Piazza dei Miracoli, y concluye en la renacentista Lucca. Al día siguiente, el recorrido por las elegantes calles y las antiguas murallas de la localidad lleva a la Cattedrale di San Martino, que alberga La Última Cena de Tintoretto. Las dos últimas jornadas, el ingenio humano se funde con la belleza natural entre los pueblos pesqueros y los viñedos de las Cinque Terre de Liguria.